“El pan que no se lucha se come con vergüenza”


      Así empieza esta crónica,  a un  mes de iniciada la huelga nacional  del Sindicato Unitario de trabajadores en la Educación del Perú (SUTEP)  donde con el pasar los días el desconcierto, la convicción y  la necesidad  de tener una vida más digna se evapora y fortalece.


Si hoy  puedes leer estas líneas es gracias a un maestro. Es más, todo profesional de la rama que sea, lo que  hayas elegido como profesión y/o el oficio que sustente tus días, seas albañil, ingeniero, médico, músico y hasta policía es gracias a un profesor. Quien “…con  cariño te enseño las primeras letras”. Digo hasta policía  como un extremo, porque pareciera que nos olvidamos que somos el resultado de la educación que recibimos en la escuela  y ahora solo saben recibir órdenes para reprimir al maestro peruano, sin tener conciencia de que eres el producto de las enseñanzas de un profesor.


Sin embargo, ello parece no ser relevante para muchos que  solo saben criticar una lucha justa.  Se los  tilda de “vagos, ebrios y hasta  terroristas” solo por levantar la voz y decir  “ ¡basta ya!”. Basta ya de maltratos, basta de ya de seguir hundidos en la miseria en la que el estado los ha sumergido. Sin sueldos dignos, sin estabilidad  laboral; pero sí con más horas de trabajo, con más evaluaciones amañadas donde  el fin principal es tener mano de obra barata con más carga laboral.

Un mes que por culpa del gobierno ramplón muchos estudiantes están perdiendo el derecho a recibir una educación “gratuita”, gratuita entre comillas porque la gratuidad de la educación  es un concepto que ni el mismo gobierno se la cree. Sin embargo, toda reivindicación de los derechos de los maestros no viene si no es a través de las jornadas de protestas justas, herencia de nuestros “mártires verdaderos” aquellas personas como tú y yo que van labrando una vida más justa, aun solo andemos sobreviviendo. Una herencia que dejaremos aquellos que de conciencia tranquila y corazón henchido gritaran a los vientos ¡basta ya!.

A pesar de saber que a cada grito de libertad existirá siempre una bomba lacrimógena que busca soterrarnos, que a cada idea de libertad surgirá siempre la fuerza opresora que busca hacernos creer que reclamar es malo y que ser servil es mejor. Ese es el costo del que reclama sus derechos, ese es el costo que desde hace un mes nuestros maestros asumieron pagar. Bajo los duros rayos solares, durmiendo en las calles, sin algo digno que llevarse a la boca, abandonando a la familia; y es que aquel que prometió descentralizar el poder ahora espera en su cómodo sillón que aquellos que se pretende mejoren la educación del país, nuestros maestros, vayan a su encuentro. Por lo tanto, se reafirma la existencia de un centralismo limeño, se confirma la actitud intolerante del gobierno que piensa que  Lima es el Perú. 
 
Pero, no señores, Lima no es el Perú; el Perú eres tú, soy yo;  son los estudiantes que construyen  el mañana de la educación peruana, son los maestros del Perú entero.
“Ni un paso atrás, la lucha continua…” ese es el eco que retumban las calles del Perú, esa es la voz de los marginados del sector educación, esa debe ser tu voz límpida de corrupción; porque, tal como empezamos: “El pan que no se lucha se come con vergüenza”.

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